UNA NUEVA FORMA DE VIVIR

Uno de los conceptos básicos que aprendí es que venimos a experimentar el contraste de emociones. A través de ellas podemos comprender y valorar el sentimiento opuesto. Las experiencias más duras son las que nos hacen despertar el contraste más profundo. Muchas personas descubren nuevos caminos después de experiencias dolorosas, como un accidente, una enfermedad o una pérdida. Sin embargo, no todas las experiencias son duras. Vivimos estos momentos todos los días, unos más desafiantes que otros.

Lo que aprendí a través de la espiritualidad no es que de pronto nos volvemos seres pacíficos y zen, sino que seguiremos experimentando todo tipo de situaciones emocionales, pero tenemos la capacidad de relacionarnos con ellas de una manera diferente.

Se trata de una modificación en la forma de ver las experiencias que vivimos. En lugar de vivir las situaciones desde la perspectiva de víctima, lo que nos limita al atraparnos en la ira y el resentimiento, a verlas como oportunidades para crecer, lo que nos empodera. Cada experiencia que vivimos nos sirve para aprender, comprender y, por consiguiente, evolucionar.

Durante nuestra primera etapa de vida se nos inculcan creencias empoderantes y limitantes. Están impresas en nuestra vida diaria, nuestra familia (tribu), nuestros amigos (círculo social) y el lugar donde vivimos (cultura), y tienen un efecto duradero a lo largo de nuestras vidas.

Creer que puedo lograr lo que me proponga y que, como mujer, es importante tener educación para ser independiente y libre, son creencias tribales empoderantes con las que crecí. Del mismo modo, crecemos con muchas creencias limitantes. Tenemos tantas que no nos damos cuenta de que vivimos con ellas todos los días. Cuando decimos que algo “siempre ha sido así”, estamos aceptando una creencia limitante: comportamientos, personas, relaciones que aceptamos sin cuestionarnos por qué son de ese modo.

Todas las creencias que nos inculcan tienen una conexión directa con las experiencias que vivimos. Estas experiencias nos afectan de muchas maneras, creando emociones que viven en nuestro cuerpo emocional. Tendemos a enterrar muy adentro las vivencias que nos afectaron intensamente, incluso a veces fingimos que no existen, pero nuestro cuerpo emocional almacena todos esos recuerdos y sentimientos profundos en una gran base de datos guardada en lo más profundo de nuestro ser. Tarde o temprano esas emociones quieren ser sanadas, demandan nuestra atención. Nuestras emociones nos hablan a través de nuestro cuerpo físico. Una manifestación física es una emoción almacenada tocándote la puerta:

¿Oye, me recuerdas? Hablemos.

Es importante liberar nuestras emociones, dándoles espacio para escucharlas y comprenderlas. El proceso de liberar es personal, lo importante es liberar las emociones y entender de dónde vienen. Para mí, la sanación implica escuchar con amor a mi yo interior, reconocer el sentimiento que se me está mostrando y agradecerle por mostrarme cómo se siente.

Luego es mi elección qué hacer en adelante. Soy consciente de que soy yo quien elige la frecuencia de energía en la que quiero vivir y transmitir a los demás. La solución no es externa; es decir, nadie va a cambiar para que me sienta mejor. La solución es interna, solo yo tengo el poder de elegir.

Nuestra alma es quien está al volante de las experiencias que deseamos vivir, conectar con el conductor es fundamental para nuestro viaje de vida. Se trata de crear el espacio para eliminar todo el ruido y escuchar hacia adentro, en lugar de hacia afuera. Nuestras mentes utilizan muchas distracciones para mantenernos ocupados y hacer que nos olvidemos de nuestras emociones más profundas, por eso debemos ser conscientes de crear un espacio para escuchar, para conectar.

Conectarte debe ser simple. Todos tenemos una forma diferente de conectarnos, utiliza la forma que funcione para ti. Para mí, por ejemplo, tener mi espacio significa ponerme los audífonos y escuchar música. Me gusta moverme cuando me conecto y poder sentir que tengo espacio para mí. Otras personas se conectan de diferentes maneras: se quedan quietas, escriben, visualizan, escuchan, sienten o simplemente saben.